“Dejad que los niños vengan a mí”
- Categoría: NOTICIAS DIOCESANAS
- Publicado: Sábado, 30 Noviembre 2013 05:00
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“DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ” (Por: P. Giovanni Sabogal Osorio) Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos les reprendían. Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Jesús tomaba a los niños en brazos e, imponiéndoles las manos, los bendecía”. (Mc 10, 13-16)
En este pasaje bíblico contemplamos cómo los discípulos impedían que los niños se acercaran a Jesús, que estuvieran a su lado. Pero Jesús, un hombre lleno de amor, se indignó por la mala actitud de los discípulos. Jesús tomó a los niños en sus brazos, les bendecía y oraba por ellos.
Dios es amor y misericordia y acoge a todos, sin límites, e invita a toda la humanidad a expresar su amor y llevar el mensaje de Dios por medio de nuestra presencia, actos y acogida; como lo demuestra hoy el Papa Francisco.
Es impresionante y nos llena de gozo contemplar los gestos y detalles del Papa, quien a través de su sencillez, de su humildad, expresa su amor a Dios y a sus hermanos.
Hay un sin número de gestos del Papa que nos han cautivado; como aquel en el primer momento de su elección cuando pidió con humildad que oremos por él. Luego vinieron la llamada telefónica al señor que le vendía los periódicos, pagar personalmente su estadía en el hospedaje Santa Marta, de ir en bus con todos los cardenales, de llorar con aquel niño que quiere ser sacerdote (Jornada Mundial de Juventud en Río de Janeiro). Además, celebrar misa con los trabajadores, los presos; de su amor tan tierno para con los niños. Su atención fraterna y humana con los periodistas, con los pobres, con los enfermos. A través de las actitudes y gestos del Papa se actualiza el evangelio de San Marcos.
Nosotros debemos dejarnos llevar por el amor de Dios y demostrar con palabras, pero ante todo con gestos, actitudes y signos, el amor a Dios y al prójimo. Seamos instrumentos del amor de Dios día a día en nuestras conversaciones, en nuestro trato con los demás, especialmente con las personas más necesitadas.
