El mes de agosto tiene un significado especial para los hijos de la iglesia de Chimbote. El 9 se celebra un aniversario más de la muerte martirial de los padres Miguel y Zbigniew en Pariacoto; y el 25 en Santa, se congrega toda la comunidad para recordar a Sandro y a los mártires conventuales en la Fiesta de los Beatos, tal como lo ha establecido la Conferencia Episcopal Peruana a sugerencia de la Diócesis de Chimbote.

Nuestra Iglesia local ha sido regada con la sangre de tres mártires. Ya en la antigüedad los Santos Padres dijeron que esa sangre, era semilla de nuevos cristianos. Eso es lo que pedimos ahora a estos tres intercesores que participan de la gran liturgia celeste, de la cual nos habla el libro del Apocalipsis.

Ellos están llamados a sembrar la semilla de la fe en tantas personas que se alejaron de la Iglesia o que viven sumidos en una gran indiferencia. Para todos constituyen un modelo de lo que es seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias. Cuánta falta sentimos de estos testigos intrépidos, cuyo amor los llevó hasta identificarse con Cristo Crucificado.

Esta joven Iglesia, que desde los orígenes tiene como sello de identidad una dimensión samaritana, tiene también un sello martirial.

Pariacoto y Santa nos hablan del Gólgota. Las cruces que evocan la memoria de los tres sacerdotes nos conducen hacia la cruz de Cristo. De esta manera se convierten en signos luminosos que hablan de un carisma que el Espíritu Santo da a quien quiere y que lo concedió a Sandro, Miguel y Zbigniew.

¿Cómo no sentirnos orgullosos de la historia religiosa de Chimbote que ha ofrecido un testimonio tan formidable a todas las jurisdicciones del Perú y también a la Iglesia Universal?

Lo que fue una tragedia hace 27 años, se convirtió en triunfo de la vida sobre la muerte y del amor sobre el odio. Por este motivo, todos nosotros deberíamos aprender un camino diferente y alternativo al tedio y la indolencia que nos invade cada día.

Cuando el amor es ardiente, no solamente sirve especialmente a los marginados, sino que se hace oblación y martirio. Nuestros Beatos son un espejo donde podemos ver reflejada la agonía, pasión y muerte de nuestro Salvador.

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