Fiesta de Santístima Trinidad 2010
- Categoría: EVANGELIO DOMINICAL (P. José Mária Yague)
- Publicado: Martes, 25 Mayo 2010 15:20
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REFLEXION DOMINICAL: FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD " Buscar a Dios en el Silencio y la Adoración. Desde la Filosofía y la Moral hemos hecho de Dios, con nuestras pequeñas mentes, atrevidas unas veces, miedosas otras, un dios pequeño, al uso, de quien nos hemos servido para nuestros intereses. Así, Dios ha sido el arquitecto del mundo, o el juez impasible que premia y castiga, o el garante del orden (más bien desorden) establecido. (Por. P. José María Yague)
BUSCAR A DIOS EN EL SILENCIO Y LA ADORACIÓN
Santísima Trinidad 2010
Desde la Filosofía y la Moral hemos hecho de Dios, con nuestras pequeñas mentes, atrevidas unas veces, miedosas otras, un dios pequeño, al uso, de quien nos hemos servido para nuestros intereses. Así, Dios ha sido el arquitecto del mundo, o el juez impasible que premia y castiga, o el garante del orden (más bien desorden) establecido. Los filósofos de la Modernidad, sobre todo desde el s. XVIII se han negado a admitir la existencia o la conveniencia de un dios así, y lo han negado. En nuestros tiempos, muchos han dejado de interesarse por él.
Por eso, el segundo mandamiento nos insta a no tomar el nombre de Dios en vano. Y los mejores místicos y teólogos nos previenen para que no imaginemos dioses pequeñitos fáciles de fabricar y más fáciles de aniquilar. Son los ídolos, obra de manos humanos. Frente a ellos, el Dios real, el único, no sólo es el INNOMBRABLE (“si alguno pretende poner nombre a Dios está rematadamente loco”, decía S. Justino), sino que, paradójicamente, algunos místicos medievales hablaron de él con palabras como la Nada , el Vacío, el Todo, la Llama , el Viento, el Silencio. De la “música callada” y la “soledad sonora” hablaba S. Juan de la Cruz.
¿Cómo decir algo de Dios si todas las palabras sobre él son insuficientes y en cierto modo mentirosas? Sto. Tomás de Aquino, que nos había dicho precisamente esto y que tanto y tan bien escribió de Teología, llegó un momento, siendo todavía joven, en el que prefirió callar y no escribir ni una línea más. Ese silencio sobre Dios fue quizá su mejor libro y su mejor clase.
Pero tenemos que seguir hablando del Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, desnudo en el pesebre, el bautismo y la cruz, y escondido en el fondo del ser, de todo ser. ¡Con tal de que nuestro hablar no sea el del “profesional” que cree sabérselo todo!
En esta fiesta de la Santa Trinidad, no tanto de Dios sino “acerca de Dios”, como aproximación y de rodillas, me atrevo a balbucear tres pequeños apuntes:
- Siento a Dios en la mañanita, apenas amanecido, “en los levantes de la aurora”, cuando el sol se adivina pero todavía no se ve, y, sin embargo, con una luminosidad diáfana, la brisa suave, y todo el campo serenado sin otros sonidos que el trinar de las avecillas o allá abajo, en la hondonada, el discurrir de las aguas. No es que Dios esté ahí. Percibo más bien, en la quietud y en la vida pujante de la naturaleza en esta primavera pletórica, que todo, todo, absolutamente todo está en Dios. Y también el caminante solitario que soy yo estoy en él, y desde él respiro, tengo consistencia, soy.
- Y en Él soy lo que soy . Pequeño átomo invitado a asociarme en libertad a la paz de un universo que sigue adelante a pesar de todo. Dios es la libertad de los vivientes. Lejos de ser el gendarme o el juez de nuestros miedos... Dios es el que deja ser al ser, a todo ser y permite a cada ser, ser lo que es. Ese Dios se me hace a la vez inmensamente inmenso y tan sencillo o pequeño como la abeja que liba en la insignificante flor del tomillo o la retama.
- Y nunca solitario . Lo llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo. O Creador, Palabra y Amor. Círculo perfecto en Sí mismo y apertura infinita, puesto que en Él nace, crece, se mueve, existe, se abre a lo demás y ama todo lo que es.
A Dios sólo nos podemos acercar en el sosiego del silencio, en el vacío del corazón, en la acogida gratuita de quien adora sin esperar nada, nada, nada, y en la mano tendida al Dios encarnado que se ha hecho vulnerable en la creación, en el Hijo encarnado, en todo ser humano con el que ese Hijo se identifica. Por eso estamos, estoy, tan lejos, lejos, lejos del Dios innombrable, infinito y desnudo. Sólo a Él, el poder, el honor y la gloria. Amén. (Por. P. José María Yague)