Asunción de María a los cielos (Domingo 15/8/2010)

 

ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

15 de agosto de 2010

 Felizmente coincide este domingo con el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos. Frente a lo que se hacía en otros tiempos en los que quizá se pecaba por exceso, quizá hoy padecemos el defecto de hablar poco de la Virgen María. Siendo ella la que ocupa un lugar único, singular e irrepetible en la Historia de la Salvación. No hay Cristo sin María, he ahí su privilegio y su dignidad por encima de todas las mujeres.

 Si la Ascensión de Nuestro Señor a los cielos es motivo de alegría para los creyentes, porque representa su glorificación y entronización junto al Padre, a la debida distancia, la Asunción de Nuestra Señora es también motivo de gozo para todos los cristianos que vemos en el triunfo definitivo de una mujer, de nuestra misma condición humana, nuestra meta y el objeto de nuestra esperanza

El Catecismo de la Iglesia comenta así el dogma de la Asunción, definida por Pio XII el año 1950, si bien era ya siglos atrás convicción firme de muchos teólogos y del pueblo fiel cristiano:

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.

Por eso hacemos bien en mirarnos en el espejo de María, para imitar su fe y obediencia en la tierra, lo que indefectiblemente nos asegura participar, tras de nuestra muerte, de su mismo destino en el cielo.

De manera muy sencilla también, el Papa Juan Pablo II, en sus catequesis sobre la Asunción, decía: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97).

La humilde esclava de Nazaret nos muestra el camino: la escucha de la Palabra de Dios y su cumplimiento. Para quienes así lo hacen con fidelidad, aun en medio de las mayores dificultades, es fácil mirar a las alturas y vivir en la añoranza de la gloria celestial, que esperamos. La esperanza del cielo no nos libera de nuestro compromiso con la tierra. Al contrario, lo fundamenta, le añade nuevos motivos y aumenta nuestra fortaleza: sólo la esperanza de una trasformación de este mundo nos impulsa a contribuir con nuestro esfuerzo a adelantar la llegada definitiva del Reino. La Virgen María, desde el cielo, nos atrae. Ella aumenta nuestro gozo y nuestra esperanza.          

 


 

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