Autoridades al servicio de los ciudadanos
El poder debe estar al servicio de todos, como Jesús que vino para servir y no para ser servido. Pidamos para nuestras autorida-des electas que Dios les dé un corazón sabio e inteligente, atento para servir al pueblo, como pidió Salomón, recién elegido como rey.
El fin propio de la política es el buen gobierno, el bien común. El político debe esforzarse por gobernar bien, es decir con justicia y por el bien de la sociedad. Ahora debe llevar a la práctica sus programas de gobierno, saber administrar bien los recursos públicos y dar cuenta de su uso a la población.
El papel de los que trabajan en la administración pública no es algo impersonal y burocrático sino una ayuda solícita al ciudadano, ejercida con espíritu de servicio a la sociedad.
El poder es la capacidad de actuar concertadamente, lo que supone participación y búsqueda de consensos. Esto significa que además de la democracia electiva que acabamos de ejercer, ahora viene la democracia participativa: un plan de desarrollo local es la propuesta global para mejorar las condiciones regionales, provinciales y distritales en el nivel de infraestructura, del medio ambiente, de las organizaciones y para ofrecer espacios de relación entre los diversos sectores sociales, políticos y económicos de la comunidad.
Todo ciudadano (a) puede opinar, proponer y fiscalizar, teniendo como horizonte la búsqueda del bien común. Para esto están los medios de comunicación social, las mesas de concertación, el presupuesto participativo, la vigilancia ciudadana. Así evitaremos que el poder concentrado sea fuente de abusos y de corrupción.
El comportamiento de Dios en el gobierno del mundo que manifiesta tanto respeto a la libertad humana, debe inspirar la sabiduría de los que gobiernan las comunidades humanas. ¡Ojala!
La reconciliación nace del diálogo y la tolerancia
Para convivir a nivel familiar y social necesitamos dialogar, es decir entendernos hablando. Para ello hace falta dejar de lado nuestro orgullo y autosuficiencia. Cada uno tiene su postura, apoyada en unas razones. Pero nadie tiene la Razón en mayúscula.
Como decía A. Machado: "¿Tu verdad? No, la Verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela".
La reconciliación nacional a construir tiene como meta "la ciudadanía plena para todos los peruanos y peruanas" (Informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, 170). Y esta reconciliación debe ocurrir a nivel personal y familiar, de las organizaciones sociales y en el replanteamiento de las relaciones entre el Estado y la sociedad en su conjunto (ib. 171).
Somos un país multiétnico, pluricultural y multilingüe y, por ello, interesarnos unos por otros, conocernos, valorar nuestras diferencias enriquecen, respetarnos y tolerarnos.
La tolerancia es lo contrario a la indiferencia. Si pensamos que los demás son inferiores, nos desinteresaremos de ellos. ¿Cómo podemos decir que los selváticos o los habitantes de la sierra son ciudadanos de segunda categoría?
Dice el documento de Aparecida: "Una globalización sin solidaridad afecta a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Ya no se está en la sociedad solamente "abajo", en la periferia o sin poder, sino que también se está "afuera". Los excluidos no son solamente "explotados", sino "sobrantes" y "desechables" (65).
Es el pecado de omisión. Simplemente no nos interesan, son invisibles, insignificantes. Como si estuvieran muertos, o no fueran personas ni ciudadanos. Sin derechos, sin relevancia. Los ignoramos.
Por eso es muy importante el traerlos a la memoria, el hacerlos presentes. Recordarlos, tenerles en cuenta, es devolverles su dignidad, traerlos al corazón (eso significa recordar), no olvidarlos. Traerlos al presente.
Seguimos unidos, por ejemplo, a los familiares de los detenidos-desaparecidos hace 18 años en Santa, ahora que por fin se dio la sentencia condenatoria del Grupo Colina. Y seguiremos unidos con ellos hasta que se recuperen sus cuerpos.
Democracia es lo contrario a rigidez e intolerancia. Hay que trabajar y construir consensos, Hay que dialogar y concertar. Lao Tse, fundador del Taoísmo chino, decía hace 7000 años que no hay nada más duro que el pedernal y nada más blando que el agua. Pero ésta, poco a poco, vence al pedernal. La vida es flexibilidad, calor, movilidad. Pero si una espada de metal duro y frío entra en el cuerpo, éste se queda rígido, frío e inmóvil.
Apostemos por la vida. Decía Jesús: "Yo he venido para que tengan vida, y ésta en abundancia" (Jn.10, 10).