Señor de los Milagros ¡Ten compasión de nosotros!
- Categoría: DISCÍPULOS Y MISIONEROS (P. Matías Sebienaller)
- Publicado: Domingo, 16 Junio 2013 04:12
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SEÑOR DE LOS MILAGROS: ¡TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS! (Por: P. Matías Siebenaller) ¡Qué milagro! Con frecuencia hacemos nuestra esta exclamación. La suelen pronunciar creyentes, agnósticos y ateos. Brota de una definición generalizada de lo que es un milagro. Según la manera de pensar de muchísima gente, erudita y no tan erudita, el milagro es un hecho sorprendente y maravilloso, que contradice las leyes de la naturaleza y se explica solamente por una intervención divina.
1. ¡Qué milagro!
Con frecuencia hacemos nuestra esta exclamación. La suelen pronunciar creyentes, agnósticos y ateos. Brota de una definición generalizada de lo que es un milagro. Según la manera de pensar de muchísima gente, erudita y no tan erudita, el milagro es un hecho sorprendente y maravilloso, que contradice las leyes de la naturaleza y se explica solamente por una intervención divina.
Muchísima gente en el mundo, abrumada por problemas y desgracias, imploran un milagro de esta naturaleza. Aparecen también en nuestras ciudades, con relativa frecuencia, “gurus” religiosos con su fama milagrera; llenan estadios de interesados.
¿Hablan la Biblia y la fe cristiana de este tipo de milagros?
2. Los “milagros” en la Biblia
En las buenas traducciones de la Biblia la palabra milagro con su sentido moderno no se encuentra. Para evocar realidades maravillosas, la Biblia habla de prodigios, signos, obras y portentos. Con estas palabras la Biblia señala en la creación, en la historia de la salvación y en la vida de Jesús realidades y sucesos maravillosos en los cuales la fe encuentra un signo, una señal, una huella, una manifestación del ser y actuar de Dios.
Sí, las maravillas de Dios ocupan mucho espacio en la Biblia. Muchas veces se describen en géneros literarios especiales que requieren una iniciación para su comprensión acertada. Los acontecimientos maravillosos en la historia de la salvación no quieren bloquearnos sobre lo que tengan de espectacular e inexplicable. Las maravillas de Dios en la Biblia son signos de su presencia salvadora: despiertan la fe, profundizan la fe, convocan en comunidad de fieles para celebrar al Dios de la Vida y ser sus mensajeros.
3. Los “milagros” de Jesús
“Jesús Nazareno fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc 24, 19). Jesús dice de sí mismo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre…” Las palabras que les digo, no las digo por mi cuenta y el Padre que permanece en mí, es el que realiza las obras…El que cree en mi, hará él también las obras que yo hago y aún mayores…” (cf Jn 14, 8-12).
En sus primeras páginas los evangelios sinópticos nos dicen que Jesús no cayó en la tentación de demostrar su condición de Hijo de Dios con manifestaciones de poder, fama y riqueza. Más de una vez Jesús toma distancia de quienes lo buscan para ver signos y prodigios y no los acogen con espíritu de fe (cf Mt 16, 1-4; Mc 8, 11-12 y Jn 4, 48).
Ahora bien, no cabe duda, numerosas personas, hombres y mujeres con nombre propio, individualizados y localizados, han experimentado en el encuentro con Jesús una recuperación extraordinaria de la salud del cuerpo y del alma. Jesús mismo interpreta sus sanaciones como signos de la venida del reino de Dios (cf Mt 12, 28) y casi siempre felicita a la persona curada y perdonada diciendo: “Tu fe te ha salvado”.
4. El signo de la Cruz
En los evangelios los signos prodigiosos de Jesús a favor de seres humanos sufridos gravitan hacia este signo salvador que es la muerte y resurrección de Jesús en la cruz. “Durante el ministerio de Jesús, los discípulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte.
Mucho menos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf Jn 12, 23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por sus hermanos, mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. o Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf Lc 23, 46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1Cor 1, 30). Por el misterio pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva” (DA 143).
De una manera impactante San Pablo señala la significación de la Cruz de Cristo durante la predicación apostólica: “Mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos y locura para los gentiles más para los llamados fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 22-25). Hermoso reconocimiento de la cruz de Cristo como manantial de vida en plenitud.
5. El Señor de los Milagros
En los inicios de la devoción al Señor de los Milagros hay un grupo de pobres del barrio de Pachacamilla en la todavía pequeña ciudad de Lima a mediados del siglo XVII. Gente desterrada, con hambre de pan, de dignidad y libertad levantan en sus encuentros con fe sus ojos hacia el Señor en la cruz. De todo corazón suplican: “Jesús, ten compasión de nosotros”. En el crucificado encuentran a un aliado, consuelo, alivio, perdón y aliento para hacer el bien al estilo de Jesús.
En el curso de los años la devoción al Señor de los Milagros se extenderá por todo el Perú y más allá de sus fronteras.
Nuevamente nos interpela el mes morado, el mes del Señor de los Milagros. ¡Levanta con fe tus ojos hacia la cruz en la procesión, en el templo parroquial, en tu cuarto o en la soledad del desierto! ¡Repite la oración que Jesús siempre escucha y atiende: “Jesús ten compasión de nosotros!” Los discípulos y misioneros del Señor harán sus obras y aún mayores en comunión con él. La fe en el Señor de los Milagros se verificará en nuestras obras de humanización.