¡Viva el tiempo ordinario!

¡VIVA EL TIEMPO ORDINARIO! (Por: P. Matías Siebenaller) Me refiero al tiempo litúrgico ordinario, pero también a lo ordinario de la mayoría de los días del año así como a una historia humana con olor de ordinariedad y a esa vida muy ordinaria que es la mía.
Las grandes fiestas cristianas son regalos muy preciosos. Hacen memoria de Jesús que acampa en medio de nosotros y nos comunica desde la cruz su Espíritu para que seamos fieles a la condición humana y como Él sirvamos el reino de Dios.


Tendemos a malograr la celebración de nuestras grandes fiestas religiosas por muchas ambigüedades y comprendemos a Dios que nos dice: “¡Aparta de mí el ronroneo de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas! ¡Que fluya, sí, el derecho como agua y la justicia como arroyo perenne!” (Amós 5, 23-24).  Por eso, regresar al tiempo ordinario, muchas veces, significa regresar a la verdad.  

La vida ordinaria pone a prueba nuestras declaraciones y afirmaciones solemnes. Sí, pienso en este momento en lo que queda como desafío para la Iglesia chimbotana después de la reciente semana pastoral diocesana: esmerarnos para que la relación con Cristo sea una experiencia vivencial; optar por un estilo de vida conforme al suyo en medio de una realidad que diariamente produce desgracia y engendra a pobres; atraer desde comunidades cristianas que hacen conocer, amar y seguir a Jesús.

Los actores más reales, visibles y decisivos de la vida ordinaria son los humildes de este mundo. Jesús encuentra entre ellos a los pobres abiertos a su Espíritu, a los misericordiosos en medio de tanta dureza de corazón, a los practicantes de mansedumbre en medio de tanta violencia, a los corazones puros en un mercado de bajezas y traiciones de lo humano, a constructores de paz en medio de enfrentamientos  y serruchadas de piso, a fidelidades que son más fuertes que la calumnia y la persecución (cf. Mt 5, 1-12).

La vida ordinaria tiene su tesoro discreto y de oro puro allí donde no lo sospechamos: “El amor es paciente, es amable; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.  Todo lo excusa.  Todo lo cree.  Todo lo espera.  Todo lo soporta” (1Cor 13, 4-7).

“El que ve en lo secreto”, encuentra el tesoro y mejor que ni tú ni otra persona lo hayan manoseado.
En la vida diaria nos llueven noticias malas y nos vemos, más de una vez, rodeados y acorralados por la desgracia. Nos cuesta creer que “allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia” (cf Rom 5, 20).

Por eso es tan importante, ejercitarse en la mística de los ojos abiertos, caminar por nuestros desiertos al acecho de la manifestación del Señor.  Allí donde se practica la solidaridad, allí donde se defienden los derechos humanos, allí donde se acompaña con amistad y ternura una vida dolorida, pisas tierra santa y habla tu Dios desde “la zarza ardiente”.

Durante la reciente semana pastoral en Chimbote se manifestaban y se ocultaban  inspiraciones pastorales variopintas.  A estas alturas de la religión en el país y en el mundo la unidad en la acción pastoral parece complicadísima.  Sin embargo, para los cristianos hay un sendero obligatorio para todos los carismas y todas las modalidades pastorales: el seguimiento de Cristo hoy en nuestra realidad.  Si nos dejamos polarizar por el Señor y su reino, pues, hablemos de comunión en la diferencia.

Compañera en la vida ordinaria también es la hermana muerte.  A veces, con impotencia, la veo lejos de mi escenario y no puedo sino profundizar el misterio de la historia humana y tomar posición aquí y ahora.  A veces la muerte rompe los tejidos de familia y amistad que se quieren eternos. A veces me hace señas mi propia muerte.  ¿Hemos aprendido a entregar nuestras vidas? “Mi vida, nadie me la quita; yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 18).  

Con frecuencia brota de mi corazón la oración-colecta del domingo 28 del tiempo ordinario litúrgico: “Que tu gracia, Señor, continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien”.

PORTADA MAR ADENTRO JUNIO 2019  

 logo voluntarios22

face padre sandro

 

voluntariado

 

logo coro diocesano

Diócesis de Chimbote

Jirón Ladislao Espinar 456 -  Chimbote - Ancash PERÚ
Teléfono (051) 043 324171 - Email: correo@obispadodechimbote.org