¡No huyamos del purgatorio!
- Categoría: DISCÍPULOS Y MISIONEROS (P. Matías Sebienaller)
- Publicado: Domingo, 16 Junio 2013 04:32
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¡NO HUYAMOS DEL PURGATORIO! (Por: P. Matías Siebenaller).- En esta cuaresma tengamos presente que la vida cristiana comprometida al servicio del Reino pasa por el purgatorio, que es el seguimiento de Jesús en nuestro hoy y aquí. La cuaresma se inició el 22 de febrero con la celebración del miércoles de ceniza. Dejemos resonar en nuestro corazón la exhortación: “¡Conviértete y cree en el Evangelio!”.
La cruz de ceniza en nuestra frente anuncia la victoria de la vida sobre la muerte, invita a no huir de este purgatorio que es el seguimiento de Jesús en nuestro hoy y aquí.
1. Un tesoro en vaso de barro (cf 2Cor 4, 6-12)
Tú y yo somos hechos de polvo. El barro que somos no se refiere solo a una parte de nuestro ser, a una discapacidad o al pecado en nosotros. Todo nuestro ser tiene de barro. Es cuestión de fábrica. Es condición humana.
Polvo evoca algo muy ordinario e insignificante. Es anónimo y no tiene figura. No tiene consistencia y se desparrama. El viento lo levanta y lo deja donde quiere. Lo pisan todos los caminantes y ni siquiera protesta. Es gris y aburrido. No tiene ni meta ni objetivo. Es lo que queda del que terminó de morir.
Y sin embargo, el vaso de barro que somos es y contiene el tesoro más grande. Por la “bajada” de Jesús a nuestra tierra el polvo que somos ha sido exaltado y comparte el nombre sobre todo nombre (cf Fil 2, 5-11). Nuestra nada está habitada por el Todo. Este vacío recibió plenitud.
El vivir, inclusive con valentía, inteligencia y santidad, nos hará experimentar muchas veces que somos barro, polvo y ceniza; la cuaresma nos viene a recordar que la vida cristiana siempre requiere su purgatorio, ese tiempo para devenir lo que somos, para acoger el regalo de la salvación, para creer en el Amor. “Soy, Señor, la promesa que solo tú puedes cumplir.” (Paul Claudel)
2. “Jesús en popa durmiendo sobre un cabezal” (cf Mc 4, 35-41)
Esta pequeña barca, en medio del lago, en plena noche sacudida por olas tempestuosas, llenándose de agua y de gritos de desesperación de los discípulos, es imagen de la Iglesia de Cristo, sobre todo en estos tiempos.
Ya no es la Iglesia católica este crucero majestuoso, único en su esplendor, lleno de vitalidad, respetado por todos, inmutable en sus leyes y creencias, conducido por capitanes intachables…Más y más se parece a la pequeña barca frágil mencionada en varios relatos evangélicos como expresión del ser y de la vocación de la Iglesia de Cristo.
Jesús, durmiendo en popa sobre un cabezal, hace presente el Viernes Santo y todos los viernes santos que sacuden la Iglesia de Cristo siempre desafiada a creer en un Dios presente y ausente. Los tiempos actuales, tan marcados por la lejanía de Dios, hacen doler nuestro corazón de creyentes. Equivocados y pusilánimes soñamos de un retorno del pasado. Nos cuesta encontrar calidad de vida evangélica y métodos pastorales para pasar del inviernismo a señales de nueva primavera.
¿No sería indicado vivir esta lejanía de Dios, esta zozobra del crucero prestigioso como tiempo de purgatorio, como purificación de muchas incoherencias y contradicciones en el glorioso pasado de la Iglesia?
¿Acaso no es urgente, llenar esta cuaresma con la oración que acoge con gratitud el don de la salvación desde la cruz de Cristo? ¿No es necesario una penitencia con renuncias que nos hacen más libres para amar? No deberíamos ayudarnos mutuamente para encarnar el estilo de vida de Jesús en nuestra realidad?
Los gritos desde nuestros purgatorios despiertan a Jesús y por él habrá bonanza en medio de la tempestad.
3. El lugar de la verificación del Reino
En lugar de señalar y enumerar los graves problemas que afectan a la gente aquí en Chimbote, en el país y lejos de nosotros, recordemos con las palabras iniciales de la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”: “El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman…se siente verdadera e íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia”.
Con el inicio del Año de la Fe, el 11 de octubre del 2012 conmemoramos el 50 aniversario de la inauguración de Vaticano II. En la convocación para el Año de la Fe, el Papa nos invita a redescubrir el Concilio Vaticano II como “una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia”.
Vaticano II urge vivir el misterio de la Iglesia como “un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y la unidad de todo el género humano” (LG 1). Vale decir, que la vida cristiana, la “religión” de los discípulos y misioneros de Cristo no puede ejercerse en un “globo” separado del mundo, sino en el mundo, bebiendo su cáliz de alegrías y penas.
La oración agradecida, la escucha de la Palabra y el reconocimiento gozoso del Señor en sus sacramentos son regalos a la comunidad cristiana para hacerse presente en la cancha del mundo real y de sus problemas.
Por eso rezamos en la Plegaria eucarística V/b: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado; ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
En esta cuaresma tengamos presente que la vida cristiana comprometida al servicio del Reino pasa por el purgatorio: “En verdad, les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Jn 12, 24-25).