El Dios de Jacob en los patios de las escuelas
- Categoría: Hno. Hugo Cáceres Guinet (Mundo Mejor)
- Publicado: Viernes, 08 Julio 2011 16:23
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EL DIOS DE JACOB EN LOS PATIOS DE LAS ESCUELAS
Todos los niños y adolescentes peruanos, al cantar el himno nacional, reemplazan la estrofa tradicional, que aprendimos los mayores, con otra que menciona al Dios de Jacob. Ya que ésta es una expresión tomada de la Sagrada Escritura, es bueno que tengamos conocimiento de lo que canta la nueva generación de estudiantes. El segundo cuarteto de la sexta estrofa, compuesta en el siglo XIX por José Bernardo Alcedo, dice así: A su sombra vivamos tranquilos, y al nacer por sus cumbres el sol, renovemos el gran juramento que rendimos al Dios de Jacob.
La imagen que el autor sugiere es un territorio pacífico que vive bajo la sombra de la bandera peruana (“o pendón bicolor”) y cuyos ciudadanos libres renuevan, al empezar el día, la promesa que hicieron al “Dios de Jacob”. Este juramento, es obviamente el gran ideal de los padres fundadores de la república: vivir en libertad y con determinación propia, liberados del imperio español.
Casi doscientos años después de ser compuesta, la sexta estrofa ha sido desempolvada y estoy de acuerdo en que, si se abre espacio en la mente y el corazón de nuestros jóvenes, va a resultar una acertada medida de formación.
Jacob es otro nombre del pueblo de Israel, por lo tanto el Dios de Jacob es nada menos que el Dios de Israel, Yahveh, el Dios liberador que sacó a Israel de Egipto y lo condujo a la tierra prometida. Jacob fue nieto de Abraham e hijo de Isaac. Fue padre de doce hijos varones que dieron nombre a las tribus de Israel. Sus hazañas y peripecias constituyeron una gran saga que unificó el espíritu nacionalista de los israelitas y les permitió remontarse a un personaje común.
De joven fraudulento (Gn 27), que robó la primogenitura de su hermano, y galán enamoradizo (Gn 29), Jacob se convirtió en padre protector y hermano reconciliado por medio de una experiencia de enfrentamiento con Dios mismo, con quien “pelea” toda una noche antes de ser liberado (Gn 32), herido pero bendecido y con un nuevo nombre: Israel o el que se enfrentó a Dios (Gn 32,29); desde ese momento de la historia bíblica, se convirtió en el epónimo del pueblo escogido.
El Dios de Jacob, es percibido en la sexta estrofa de nuestro himno, como el Dios fiel que acepta el juramento de sus hijos para otorgarles la libertad después de una lucha justa. Es decir, nuestro himno, reconoce que la libertad es un bien deseado por Dios, pero que los seres humanos deben desearla y promoverla diariamente.
Nuestra propia oración matutina debiera estar, como nos invita el himno, anhelante del don de la liberación de opresores. Ya que la invitación de la estrofa es que “renovemos el gran juramento”, dos siglos después de su composición, la letra de nuestro himno nos invita a ponernos en contacto con el anhelo de ser libres, ya no del antiguo imperio español, sino de cualquier forma de totalitarismo, dictadura, corrupción sistemática del estado, es decir los enemigos contemporáneos de la democracia. Buenos sentimientos que, cantados cada semana en nuestros patios escolares, nos asegurarán hombres y mujeres libres que juran al Dios de Jacob defender la libertad como lo hicieron los que fundaron esta nación. (Por: Hno. Hugo Cáceres G.)