Compartió el pan
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- Publicado: Viernes, 27 Julio 2018 23:16
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Por: Fray Héctor Herrera).- Jn 6,1-15: El evangelista ubica este signo de la multiplicación de los panes, dentro del contexto de la Pascua judía. Existe un paralelo entre el hombre que le lleva el pan a Eliseo y lo reparte a la multitud (2Re 4,42-44). La diferencia es, Jesús mismo es el Pan de vida, nos da una mirada nueva frente al mundo, donde no faltan alimentos, sino la codicia y el egoísmo permite que muchos mueran de hambre, no sólo en el país, sino en el mundo.
Jesús sintió compasión al ver a tanta gente, hambrienta de la Palabra, y también de alimento. Felipe dice: Doscientos denarios no bastan (v. 7), todo el jornal de medio año de varias personas. Andrés, hermano de Simón Pedro, dice “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces” (v.9). Desde un niño, Jesús nos enseña. Son los pobres y débiles los más dispuestos a compartir. Ordena que la gente se siente en la hierba, tomó el pan, da gracias a Dios y lo repartió entre la gente (v. 10-11).
Cuando celebramos la eucaristía, hacemos lo que Jesús hizo. Él es el Pan de vida, se nos da en alimento, sacia nuestra hambre de pan, creando condiciones de vida más dignas, que nace de ese espíritu nuevo que infunde en sus discípulos. La acción de gracias va unida al compartir, gesto solidario que brota del reconocimiento: Dios no quiere diferencia entre las personas, a todos ama libremente. No hay común unión con Dios, si no amamos de corazón y con obras a nuestros hermanos.
El Papa Francisco nos dice: “El pan de Dios es Jesús mismo. Al comulgar con Él, recibimos su vida en nosotros y nos convertimos en hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Recibiendo la comunión nos encontramos con Jesús realmente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la fraternidad. Y, por pobres que seamos, todos podemos dar algo. «Recibir la Comunión» significa recibir de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y tenemos.
La multitud quedó impresionada por el prodigio de la multiplicación de los panes; pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino el más profundo, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios” (Papa Francisco. Ángelus 26.7.2015)
Jesús intuye, la gente quiere proclamarlo rey y se retiró solo a la montaña (v.15). El peligro hoy es buscar, falsos mesías que prometen y no cumplen, o buscar sólo soluciones del momento a los problemas, sin pensar en el futuro de las generaciones ni del bienestar de todos. Jesús nos invita a mirar más lejos, desde el interior de la persona, a tener una visión nueva del mundo y cómo quisiéramos que fuera ese mundo para los demás.
San Pablo nos recuerda vivir de acuerdo a nuestra vocación cristiana (Ef 4,1-6) siendo humildes, amables, comprensivos, tolerantes, ser testigos de vida.
Construimos una Patria libre, si sabemos compartir el Pan de la Palabra y nos educamos en la solidaridad evangélica de Jesús: compartir el pan del amor y del respeto por los derechos de toda persona para que el pan de la alegría, del trabajo y del bienestar llegue a todos (DOMINGO 17 T.O. CICLO B. D. 29.7.2018. JN 6,1-15)