Los laicos: fortaleza de nuestra Diócesis

foto texto monseñorCuando se me pregunta acerca de las fortalezas y debilidades de la Diócesis de Chimbote suelo contestar que hay muchas debilidades, pero también una gran fortaleza que son sus laicos. Esto lo compruebo cuando visito las parroquias con motivo de las fiestas patronales o cuando administro la confirmación de los jóvenes.

El Espíritu Santo trabaja intensamente en nuestra iglesia y con el corazón de los fieles, con frecuencia asediados por la indiferencia o por la tentación. Los laicos jóvenes y adultos se mantienen en pie aglutinados en movimientos o como simples laicos.

Poder celebrar la eucaristía cuando se percibe la fe de la comunidad es el mejor regalo que Dios nos concede a los sacerdotes.

Nuestros laicos católicos practicantes constituyen el dique que el Espíritu ha colocado en nuestro mundo para que el huayco de la corrupción no acabe con nosotros. Ellos constituyen en el siglo 21 lo que fue para Israel “el resto” que mantuvo la esperanza de un Mesías salvador. Aunque son pocos, son infinitamente fuertes para no claudicar y logran que el nombre de Jesús resuene hasta el último rincón de nuestra Diócesis.

¡Qué gran consuelo que no somos llaneros solitarios, sino comunidad en marcha, iglesia en salida que se preocupa de todos, pero fundamentalmente de los pobres y abandonados!

Las pequeñas comunidades, con carismas diferentes, proclaman día a día el reinado de Cristo, la paternidad providente de Dios, el amor maternal de María. El Espíritu Santo cumple a cabalidad su misión: Cuando nos dormimos él nos despierta y cuando estamos demasiado alterados él nos sosiega. Es fácil arrinconar a Dios y colocar en su lugar los caprichos del momento. Por este motivo me parece que es bueno volver a releer la carta a Diogneto que transcribo literalmente.

“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por la nación ni por lo lengua ni por el vestido. En ningún sitio habitan ciudades propias, ni se sirven de un idioma diferente ni adoptan un género peculiar de vida. Todos ellos viven en sus respectivas patrias pero como foráneos, participan en todo como ciudadanos pero lo soportan todo extranjeros. Toda tierra extraña es su patria; y toda patria resulta extraña. Se casan como todos y tienen hijos, pero no los abandonan. Comparten la mesa, pero no la cama. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan lo vida en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo Son pobres, pero enriquecen a muchos; les falta de todo, pero están sobrados de todo. En una palabra, lo que es el alma en el cuerpo son los cristianos en el mundo”.

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PORTADA MAR ADENTRO JUNIO 2019  

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