Emmanuel: Dios con nosotros
- Categoría: NOTICIAS
- Publicado: Lunes, 17 Diciembre 2018 18:31
- Visto: 1368
(Por: P. Matías Siebenaller).- “Nosotros apetecemos las cumbres; para ser grandes aprendamos de lo pequeño. ¿Quieres conocer la grandeza de Dios? Comprende primero la humildad de Dios”.
Este pensamiento de San Agustín puede servir para celebrar la Navidad, para encontrarnos con Jesús hecho uno de nosotros, “uno de tantos” (Fil 2,7). Al nacer en Belén, él rompe con las lógicas y organizaciones de poder, fama y riqueza. Aparece entre nosotros con la fragilidad con que brota la vida.
Contemplando la humildad del Hijo del hombre, hagámonos sus discípulos.
1. “Siendo emperador Augusto…” (Lc 2,1) Jesús tiene fecha, lugar y circunstancias para venir
Jesús nace en Belén sometido a los vaivenes de un edicto imperial que pretende medir posesiones, contar súbditos y planificar políticas del futuro. César Augusto y Quirino, el gobernador de Siria, son nombres propios de la geografía e historia de aquel tiempo. También lo son Nazareth en la desprestigiada Galilea y la insignificante Belén de Judea. Jesús nace, crece y vive en circunstancias históricas concretas. Especialmente las parábolas, que contará más tarde, muestran a un conocedor y analista agudo de la realidad. Su misión, su percepción de la voluntad del Padre, su manera de ser y de actuar reflejan definición y toma de posición frente a circunstancias concretas de su vida.
No celebremos una Navidad envuelta en un hermoso papel de regalo que esconde la realidad. Relacionemos la venida del Salvador con momentos personales muy duros que hemos vivido, con los tentáculos siniestros de la omnipresente corrupción, con la inseguridad que nos rodea en la calle y se manifiesta en los poderes del Estado y sus instituciones.
2. “No había sitio para ellos en la posada” (Lc 2,7) Jesús nace en un establo
Nuestros “belenes” y “nacimientos” románticos se alejan de lo que era una cruda realidad, una situación de desesperación, una emergencia que comparten los más pobres en este mundo. En un momento y lugar no previstos se rompe la fuente de la madre, Jesús nace, llora, lo envuelven en pañales y lo colocan en el pesebre.
Sorprendente y desconcertante la aparición del Dios con nosotros entre los excluidos de nuestro mundo. Situaciones muy dolorosas y caravanas de muchedumbres desplazadas por la guerra, el hambre y la violencia se hacen presentes en la celebración de Navidad 2018. Venezolanos y peruanos se confunden en los trabajos y lugares donde suelen sobrevivir los más pobres del país. Con razón el Papa Benedicto XVI recordó en Aparecida que la opción preferencial por los pobres es cristológica.
3. “Los pastores se decían unos a otros: “Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (Lc 2,15) Fueron a toda prisa y contaron su experiencia
Los pastores en la campiña de Belén son pobres de verdad. Viven excluidos de los centros poblados y centros de cultura. La gente muy religiosa les dice impuros, porque su trabajo ensucia.
Luces nunca vistas y cantos nunca escuchados transforman la noche mala de los pastores en noche buena. “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”. Atraídos por alguien, corren. “Y encontraron a María y José y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2,16).
Frente al niño los pastores rompen con una modalidad impuesta a los pobres de este mundo: dejan de ser mudos, de callarse. Ahora toman la palabra y cuentan su experiencia. “Y todos se maravillaban de lo que contaban los pastores” (Lc 2,18), también el recién nacido. De María dice el texto de Lucas que guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Celebrando el nacimiento de Jesús en Belén seamos la Iglesia de Cristo que escucha y medita lo que cuentan los pobres de nuestro mundo.
4. “Los pastores volvieron glorificando a Dios” (Lc 2,20) Comprometerse con el don recibido
Hay que imaginarse ese grupo de gente del campo transformados por su visita a Belén. Una gran alegría brilla en sus ojos, endereza sus cuerpos, acelera sus pasos y suelta su lengua para dar gracias y alabar a Taita Dios. Algo nuevo ha irrumpido en sus vidas. Lo tienen que manifestar y comunicarlo a los demás. La experiencia de fe que han tenido es una misión. Los pastores se comprometieron con el don recibido.
Celebramos el Adviento y la Fiesta de Navidad 2018 en un mundo y una historia ya impregnados del don de la Salvación. Siempre se nos recordará: “La Palabra vino a los suyos y los suyos no la recibieron” (Jn 1,11). Pero en los ambientes más oscuros y resistentes al bien la mirada de fe puede encontrar también huellas, reflejos, rumores, gestos y semillas de la Palabra de Dios que se encarna y que en su “nacimiento pleno” en la cruz atrae a todos. “Todo eso es válido no solo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible” (GS 22).
En estos días navideños respondamos a lo más humilde:
- Miremos con simpatía las iniciativas que toma la gente, creyente o no creyente, en estos días para interrumpir lo ordinario y lo rutinario.
- Participemos con ganas en preparativos y arreglos para encuentros entre familiares, amigos y vecinos.
- Sepamos maravillarnos que en estos días palpite en el corazón de muchos un anhelo de paz, de reconciliación, de inocencia, de armonía y de fraternidad.
- Hagamos regalos que sean fruto de la renuncia y del compartir.
Y no demos sino abrazos sinceros.