A 50 años del Concilio Vaticano II (Por: P. Fernando Asín)
- Categoría: REFLEXIONES compartidas
- Publicado: Martes, 10 Julio 2012 17:06
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RECONOCER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS En el Diario del Papa Beato Juan XXIII, poco antes de su muerte se lee: "Hoy, más que nunca, estamos llamados a servir al hombre en cuanto tal, y no sólo a los católicos; en relación a los derechos de la persona humana y no solamente a los de la Iglesia Católica. No es el Evangelio el que cambia; somos nosotros los que comenzamos a comprenderlo mejor. Ha llegado el momento de reconocer los signos de los tiempos, de coger la oportunidad y de mirar lejos" (Texto del 2A-5-1953).
Los signos de los tiempos son los hechos en donde está presente el Resucitado. O los hechos en donde se ve el rechazo profundo a esta presencia de Dios.
Por eso, el Concilio Vaticano II significó mirar al mundo con simpatía, abrirse al mundo moderno, salir de la mirada sospechosa, perder el miedo. Esto significa dialogar con el mundo de la ciencia, la democracia, los derechos humanos, el tema de la mujer, la multiculturalidad, las otras religiones, el mundo subdesarrollado y el sistema económico injusto y desigual significa " abrir las ventanas de la Iglesia" y tener una actitud de dialogo frente a nuestra realidad compleja y fraccionada, aprender de la historia, estar en el mundo con nuestra propia identidad, sin ser del mundo.
Dice el número 39 de la Constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo de hoy, Gaudium et spes - "El gozo y la esperanza": Aunque hay que distinguir cuida-dosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo este progreso en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios".
Así la Iglesia no se centra en si misma sino en el advenimiento del Reino de Dios que nos encargó Jesús. Dijo Pablo VI en el discurso de apertura de la segunda sesión del Concilio (29-9-63): "Que lo sepa el mundo: la Iglesia lo mira con profunda comprensión y con sincero propósito, no de conquistarlo, sino de servirlo; no de despreciarlo, sino de valorizarlo; no de condenarlo, sino de confortarlo y salvarlo.” ( Por P. Fernando Asín)